miércoles, enero 23, 2008

Superstición


"(...)

Adivina mi acucioso espíritu

tus blancas y fulmíneas paradojas:

el centelleo de tus zapatillas,

la llamarada de tu falda lúgubre,

el látigo incisivo de tus cejas

y el negro luminar de tus cabellos.


Desde la fecha de superstición

en que colmaste el vaso de mi júbilo,

mi corazón obscurantista clama

a la buena bondad del mal agüero;

que si mi sal se riega, irán sus granos

trazando en el mantel tus iniciales;

y si estalla mi espejo en un gemido,

fenecerá diminutivamente

como la desinencia de tu nombre

(...)"
Día 13. Ramón López Velarde

viernes, julio 06, 2007

"Charles" sí, otro no


Lo que queda del Directorio de Otro-No, en sesión de emergencia, ha decidido publicar la siguiente carta, solidarizándose —en lo que resulta pertinente y sujeto a las buenas costumbres— con lo que en ella se afirma y sumándose al pedido de más pronto retorno al ruedo virtual de quien otrora fue el redactor estrella de este espacio: Carlos “Sir Charles” Barrientos (el Gamboa de las letras peruanas, el Eduardo San Román de la literatura universal o, en sus ratos libres, el Néstor Quinteros del humorismo de salón).

Estimados Sres. Otro – NO (o quienes den la talla)

Presente.-

Sirva la ocasión para saludarlos y, a su vez, manifestarles nuestros sentimientos de especial consideración (no es tan cierto esto último, qué penita, pero lo corteses no nos quita lo valientes, por si acaso). Quienes estas líneas escriben se identifican como las angustiadas integrantes de la gloriosa promoción XXXIV: “Centenario de la Independencia” del CENECAPE DOS DE MAYO, templo del saber injusta y socarronamente vituperado en esta tribuna. Empero, no es el momento de cobrar revanchas. La razón por la que hemos desempolvado la “Olivetti” para remitir este desesperado mensaje, no es otra (u otra-no, para darles el gusto) que el visible y conmovedor desmoronamiento gineco-emocional por el que atraviesa la que en tiempos mejores fuera la más activa integrante de nuestra promoción, a quien, para no causar sobresaltos, signaremos como N.T. Atrás quedaron los ojitos brillosos de orgullo que la susodicha paseaba como nadie luego de ser premiada de doces y treces, bien ganados, en los cursos con los que nuestra alma mater procuró tallar nuestros espíritus e intelectos: “Telégrafos II: una mirada hacia el futuro” o “Pedal o manivela: una nueva era para las máquinas de coser”. Ahhh. Estancados en el pasado, también, han quedado sus carcajadas de jilguero y arrobadas miradas de plena felicidad, ofrecidas por N.T. durante nuestros interminables paseos por Los Ángeles (Chaclacayo) en épocas de carnaval, cuando ella gustaba de llevar la parte de arriba del disfraz de Maria Antonieta. Para ya no hablar (porque nos agobia un gran nudo de boy scout en la garganta) de los bikinis de tres cuerpos que N.T. llenaba como nadie en Naplo, de nuestras noches de sanguito en Barrios Altos o sus primeras escapadas a la “Peña de los Jueves”, donde N.T. (lo juramos, porque allí estuvimos para presenciarlo) se ganó el sobrenombre de “La Oster”, por la manera única que tenía de vivir una zamacueca. Y, a qué viene a cuento tanta nostalgia, dirán los señores de las negadas mentes. Pues, sepan ustedes que la N.T. que asiste a los lonches que cada tanto organizamos las chicas de la promoción, no es ni la sombra de la muchacha que alguna vez nos tocó en suerte conocer (sí, ya sabemos que es un lugar común hacer referencia a la “sombra de”, pero, qué pueden decir ustedes, no han visto qué se publica en su secciones de epístolas). La pobre se la pasa sentadita en un rincón, con un paquete de papeles amarillentos y ajados en la mano, sin probar bocado de los chicharrones, los tamales, los tequeños con los que distraemos la llegada de los platos de fondo, repitiendo como un rezo evangélico: tres semanas, tres semanas, tres semanas. Al principio pensamos que la pobre se había metido, una vez más, a una de esas dietas de la sopa, el arroz, el wantan o sabe Dios qué menjurje mal condimentado, esas dietas que te piden un mínimo de tres semanas de suplicio, pero poco a poco fuimos soltando la lengua de N.T. Fue así como nos enteramos de la existencia de un tal Charles Barrientos, de este discreto portal y, lo más importante, de que hace como tres semanas que nada se publica en el “Metrónomo”, silencio que no le importa a nadie que tenga los tornillos bien aceitados, es oportuno decirlo, pero que para nuestra niña perdida parece ser cuestión de vida o muerte. En fin, todo este preámbulo para conminarlos a actualizar la dichosa sección de Otro-No a la brevedad posible, so pena de remitir a vuestro buzón la foto de cada una de nosotras en ropa interior Topy Top, por cada día de retraso. Hemos dicho.

Sin otro particular, quedamos de ustedes.
P.D.: Adjuntamos imagen de N.T. en sus mejores épocas, para que les pese en la conciencia haber borrado esa sonrisa.

lunes, mayo 28, 2007

Crónica En Sepia

.
Domingo 27 de Mayo, Morro Solar, 6 a.m.

Hombres hay que barruntan que, cuando el caso lo pide, arriesgar deben la vida, con plepa y sin atisbo de resignación, siempre que se exponga en el viril lance de un duelo.

Los padrinos, adustos y con las armas elegidas (los pañuelos) sostenidas en sendas cajas, esperan los carruajes de los citados a la hora señalada. El Morro se halla como balsa de aceite: no se se mueve paja que augure sangriento suceso. Y pensar que todo se originó cuando Effio llamó a Bondy cartulario y éste, que jamás ha sido tomado por bragazas, no pasó por fullerías. '¡Cohecho o favor!', díjole, 'Ha sido alto insulto de vuesa merced y a vuesa merced toca remediarla'. Effio replicó 'Que a vuesa merced alcance y notifico, que a mis lanzas no intiman los desafíos'. Duelo, toque de botasilla y confusión babilónica. La cita, el Morro Solar, último paradero de la Línea 73. Domingo, 6 a.m.

- 'Cha que hace frío, sobrino. Oe, 'on... ¿y Bondy y Effio, vendrán...?

- 'Cha, pa' mí que ya no vienen...

- 'Ta que yo mejor me quito, 'on.

- 'Ta que yo también me arranco...

Viernes 25 de Mayo, Inmediaciones del Faro De Miraflores, 10 p.m.

Reveladoras fotos que ensayan sucinta explicación:

(a) Fumando La Paz (Con Filtro)

(b) Y Aquí No Pasó Nada, Hermanito (O Sea, ¡Qué Buena Que La Hicimos!)...

(Oe... Así no es, pe'... ¿y el duelo?)

miércoles, mayo 23, 2007

Padrino



Se dice que el buen Bondy ha designado como padrino a un clérigo converso que en su vida anterior se ganara la vida como cómico ambulante (“Cucharita”, gustaba de ser nombrado) y bebedor del popular vino “cachina” a tiempo completo (lo pedía fiado con el siguiente santo y seña: “dame más de ese vino de misa que estoy a punto de creer en el espíritu santo”, dicen que decía). Nuestro antaño estimado JC se conmovió con la facilidad y gracia del curita a la hora de improvisar unos lastimeros y conmovedores “responsos” en algo que parece latín pero en realidad es el dialecto de sus diablos azules y que, iluso él, cree que lo rescatarán del hoyo donde ha caído. Ni modo Bondy, dile al capellán que tome la 73-B (fondo: verde palta, como tu ironía; líneas: amarillo desvaído, como tu semblante) para llegar al Morro, donde verá la sombra de tu estampa por última vez y, quizá, nos animemos a invitarle una butifarra con manzanilla, para curarle la resaca.

lunes, mayo 21, 2007

Lista la lista


A manera de desagravio, y a despecho de las últimas puyas lanzadas por el otrora amigo de esta casa: JC “mi pata es Coaguila” Bondy (nos referimos específicamente al despido de un corresponsal enviado a la buena de dios a cubrir eventos que sólo existieron en la imaginación de su empleador y, sobre todo, al más grosero caso de censura aplicado a un inocente pero bien documentado comentario del redactor estrella de Otro-No), hemos querido ofrecer una lista alternativa a la errática selección de relatos que el susodicho sujeto ha tenido el descaro de publicar. Será esta nuestra última palabra sobre una amistad que ya hemos echado al olvido y, no se preocupe señor Bondy, no le daremos el gusto de saber nuestra opinión sobre sus demás listas (las noveleras y cinemeras), por soberana flojera y porque sabemos bien de qué pie cojeamos. Tome nota:

1.- La casa inundada. Felisberto Hernández.
2.- El tío Wiggily en Connecticut. J.D. Salinger.
3- Silvio en el Rosedal. Julio Ramón Ribeyro.
4.- Corrección. Juan Villoro.
5- Millonarios. Michael Chabon.
6.- Cartas de mamá. Julio Cortázar.
7- Dundún. Denis Jonson.
8.- Sobre la muerte del autor. Álvaro Enrigue.
9- La puta de Mensa. Woody Allen.
10- La lengua de las mariposas. Manuel Rivas.
11.- Vitaminas. Raymon Carver.
12.- Monólogo del insumiso. Juan José Arreola.
13.- Sensini. Roberto Bolaños.
14.- El juicio de Dios. Antonio Di Bemedetto.
15.- Una visión del mundo. John Cheever.
16.- El benefactor. Rodolfo Hinostroza.
17.- Bola de sebo. Leelila Strogov.
18.- Últimos atardeceres en la tierra. Roberto Bolaño.
19.- Un descenso al infinito. Guillermo Martínez.
20.- Legión. Sir Charles.
(Esta lista debe ser, en realidad, leída de cabeza. Elegimos el orden convencional para que el aún inédito “Sir Charles” no se vea abrumado por la fama)


Otro-no, digo: He tomado sin permiso el nombre de dos de las tres (negadas) mentes que (des) hacemos Otro-No. Baste decir que no me gusta al blues armenio y que jamás trabajaría en un banco. Así las cosas, que las represalias del tal Bondy se ensañen con ellos: por callar y otorgar.

jueves, diciembre 07, 2006

El Origami De Leer Bien



.Palabras de presentación de Enrique
.Procházka a "Lecciones De Origami",
.1º de Diciembre de 2006.



Buenas noches.

* Estadísticamente hablando, todos los seres vivos son verdes.
* Estadísticamente hablando, todos los animales son insectos.
* Estadísticamente hablando la mayor parte de los animales vuela.
* Incluso la mayor parte de los vertebrados vuela.
* Sorprendentemente, la mayor parte de los mamíferos vuela.
* Estadísticamente hablando, todos los libros que hay y que ha habido son malos.
* La mayor parte de los libros que se publican son además estúpidos.
* Augusto Effio no es verde, no vuela pese a ser vertebrado, y su libro no es ni malo ni estúpido.

Sería, pues, conveniente elucidar estas varias excepciones e improbabilidades estadísticas que Effio ha acumulado en torno de sí. Claro que para saber bien por qué no es verde ni tiene seis patas ni vuela ni ha escrito un mal libro se requeriría, además de profesionales estadísticos, el concurso de cromatógrafos, entomólogos, críticos literarios, y según parecía reclamar días atrás Iván Thays, incluso de platillólogos y expertos en Cientología, o por lo menos un filósofo hábil en explicar misterios. Cito de su blog Moleskine:

"Ojalá en la presentación Enrique explique cómo es posible que alguien observe a los humanos durante mucho más tiempo del que su edad le permite. Conociendo a Enrique sé que debe haber una interesante explicación filosófica o mística, pero por aquello de 'observar a los humanos' a mí me sonó a ovnis, Sixto Paz y Tom Cruise".

Sin ánimo de causar desinterés, debo decirle a Iván y a nuestro público de esta noche que no hay necesidad de recurrir a explicaciones filosóficas o místicas para lo que dije. Basta leer bien. La solapa del libro NO dice: "que su edad le permite" (como equivoca la cita Iván, aunque la transcribe textual a sólo sesenta y cinco palabras de distancia) sino que reza, como podrán comprobar todos Uds. al comprar el libro a la salida: "que su edad debería haberle concedido". Mi afirmación en condicional asume (de hecho, propone) que un individuo humano, en particular uno joven, sólo puede dedicar a la observación de los demás individuos humanos y de las complejidades de su interacción una porción determinada, y reducida, de sus horas de vigilia. Desde luego que podemos discutir acerca de la magnitud de este porcentaje, pero presumiré que estamos de acuerdo en que por lo general un escritor joven que destaca lo hace por características de su trabajo menos vinculadas a la paciencia de observador o a la agudeza con la que establece vínculos entre estas observaciones (es más frecuente, digamos, que los jóvenes que destacan lo hagan por el brillo poético, por lo escarnecido de su malditismo, o por una feliz combinación de ambos).

Así, lo que me ha llamado la atención en la narrativa de Augusto es que escribe desde la estancia de un observador que ha acumulado larga experiencia en el oficio de observar a los humanos, experiencia más prolongada, pues, de que la su edad -basándonos en las presunciones anteriores- "debería haberle concedido". Insisto en que para explicarlo no hace falta recurrir al misterio, a los ovnis, a mi excolega Sixto Paz -después les explico- ni a la Cientología de L. Ron Hubbard tan exitosamente vendida a crédulos privados de sistema inmuno-intelectual como Tom Cruise.

Pero Thays no es el único blogger que se ha interesado en la presentación de esta noche. En su reputado blog PUENTE AÉREO, Gustavo Faverón posteó días atrás un comentario en el que protesta que en una ocasión mi comentario fue más largo que su cuento, y me califica de "lector inmisericorde". Augusto sin duda tendrá una opinión al respecto, pero debo decir en mi defensa que cuando hice a Faverón las observaciones que tan minuciosamente recuerda -por ejemplo, el asunto de los huesos de melocotón que objeté en su relato- tenía mucho más tiempo para fastidiar a los demás, de modo que probablemente fui excesivamente puntilloso con su texto, que, como admite finalmente Gustavo, pues, sí me gustó. Espero que Augusto comparta con Faverón la franqueza de hacerme saber, ahora o más adelante, si mis observaciones, subrayados y tachaduras en su manuscrito fueron excesivos o faltos de misericordia. Obra en su favor el hecho de que por entonces mi ritmo de trabajo era, entonces sí, inmisericorde, y Augusto tuvo que enviarme el texto más de una vez, y creo que no le fue fácil obtener de mí los escasos comentarios que finalmente produje.

Pero bueno: al parecer no contamos esta noche en la mesa con Farid Matuk ni alguno de sus colegas estadísticos, que bien podrían explicarnos las sorprendentes verdades que se pueden construir con números, ni tenemos tampoco el concurso de cromatógrafos ni entomólogos, ni tampoco nos acompaña Sixto Paz, a menos que se encuentre ocupando un cuerpo ajeno. Seguramente habrá algún crítico literario pero no soy yo; y ya mencioné que no confío en mi habilidad, filosófica o no, para explicar misterios, de manera que eso nos deja bastante a solas con el autor y su público. Que es, finalmente, de lo que se trata esta presentación. De modo que hagamos a un lado misterios y melocotones, y volvamos al autor y a su texto a la luz de lo que sabemos de él.

Para escribir como escribe Augusto Effio, propongo, bastará contar con dos elementos reunidos en una misma persona; por un lado, con un lector aprovechado. Pues una manera de expandir el tiempo disponible para la experiencia personal es, sin duda, nutrirlo de la experiencia ajena, que mejor que la expresada por autores en libros que no me propongo imaginar aquí. Esto, debido a que yo no pretendo saber lo suficiente de literatura como para identificar las lecturas de Effio; dejemos esa como una oportunidad para que los críticos ejerzan sus preferencias y prejuicios y cometan las divertidas imprecisiones y rutilantes excesos que constituyen buena parte de su oficio. Sólo puedo inferir que estas lecturas han sido muchas y tempranas, además de agudas.

Haré un paréntesis aquí para anotar que, en un lúcido correo electrónico que recibí de él hace algún tiempo, Fernando Iwasaki reflexionaba que, después de todo, para escribir bien, bastante haber leído bien; y que, sin embargo, ése no era el propósito de quien se atreve a escribir un buen libro de ficción. Que contar por contar, con un lenguaje medianamente eficaz, no lo es ni debe serlo todo. Quizá aludía Iwasaki a esta relativamente reciente distinción que se está haciendo entre “narradores” y “escritores”. Si no la he entendido del todo mal: el narrador se concentra en la historia que cuenta, y emplea el lenguaje con esa “mediana eficacia” que vemos es mucha de la narrativa peruana actual, incluso en algunos libros premiados. Lo que importa a estos autores sería, únicamente, contar. Se supone, en cambio, que un escritor es un animal diferente. Para él el lenguaje no es sólo una herramienta, es un fin en sí mismo. Pienso en La Muerte de Virgilio, de Hermann Broch; es, en esencia, un largísimo poema que incidentalmente es también una novela. Cuidar el lenguaje, para un escritor, no es algo que se deja para después, para el trabajo al lado del corrector –a veces, vergonzosamente, solo del corrector. Cuidar el lenguaje es el primer paso, y la sintaxis de la primera frase que uno describe afecta también todo lo que se va a contar a continuación. Y especulo sobre otra diferencia: el narrador empieza a escribir por el principio, la historia, como dicen, se le escribe sola, y termina con el final. Al contrario, el escritor, apuesto, sufre con cada ladrillo de su arquitectura, lo quita de aquí y lo recoloca allá innumerables veces. Tal ha sido, al menos mi experiencia, y presumo que la de Augusto no se aleja demasiado de esta constatación personal.

De manera que las buenas lecturas de Augusto no son suficientes para explicar las bondades de lo que tenemos aquí; el cuadro solo se completará con el esfuerzo visible de un escritor joven que sabe de lo que habla, que –insisto en lo que digo en la contratapa- ha venido observando la colmena humana durante porciones de su días y años que deben, pues, superar el promedio de lo que los demás solemos dedicar a dichos asuntos.

He mencionado que la mayor parte de los mamíferos vuela. Esto es verdad debido a que la mayor parte de los mamíferos son murciélagos. Solo en una cueva en Texas hay treinta y cinco mil millones, que se tiene por la mayor muchedumbre de mamíferos del planeta. La segunda es sin duda el Distrito Federal de Ciudad de México. Pues bien, de cara a la ruda clasificación que acabo de comentar, Augusto Effio en un narrador, en el mismo sentido en el que un murciélago es un pájaro.

Lo parecen, puesto que el uno vuela y el otro escribe concentrándose de manera visible en el relato de una trama interesante: pero no nos engañemos, si se los observa con atención suficiente se descubrirá que, en cada caso, al composición interna, la distribución de órganos y facultades, revelan que el murciélago no es un ave, y que Effio también es una cosa distinta, es probablemente un escritor.

Desde hace algún tiempo, escuchando sus conversaciones y opiniones vertidas en blogs y entrevistas, vengo sospechando que los escritores de ficciones literarias, en particular los jóvenes (bueno, los que son mas jóvenes que yo) sólo leen… ficciones literarias. Nunca mencionan, entre sus lecturas, nada que no sea ficción. (Supondré que también leen SOMOS los unos, e IDENTIDADES los otros, pero no sé si eso cuenta como no-ficción.) Podemos especular sobre las causas: puede deberse a un sesgo en las entrevistas, o a la atmósfera a veces sabihonda, afín al concurso “Los Que Más Saben” que inspiran sus discusiones en Internet. Pero lo que me llama la atención son los resultados. Sus discursos –sus cuentos, sus novelas- son, casi exclusivamente, metaliterarios. Es decir (como decíamos antes de la avalancha posmoderna) librescos.

Hacer discursos acerca del mundo (vale decir, lecciones: no olvidemos que "lecciones" significa, en primer lugar, lecturas: inteligencia de textos, y es en ese sentido que he querido leer el título del libro de Augusto...) hacer discursos, decía, es una característica tanto de la ciencia como del periodismo, y que se expresa en informes, reportajes, notas, artículos científicos, ensayos de divulgación, noticias, mapas, etcétera. Son discursos directos, ya digo, acerca del mundo. En un paso siguiente pueden ser indirectos, es decir, discursos acerca de discursos acerca del mundo. Metalibrescos, quizá.

Pero nuestros jóvenes escritores, a juzgar por sus lecturas preferidas -si no únicas- están haciendo discursos acerca de discursos ficticios acerca del mundo. No creo que sea del todo malo que esto los aleje de la realidad; después de todo aquella es también una bienvenida función de la literatura. Pero sí juzgo que esta exclusividad o restricción de lecturas empobrece sus discursos, al hacerlos a ellos -estadísticamente hablando, digamos- ignorantes. No leer nada sino literatura puede conducir a escribir sólo literatura sobre nada.

Por lo que he leído de él, por lo que sé de él -habiendo tenido ocasión de trabajar a su lado algunos temas legales en el Ministerio de Educación- Augusto Effio está en posición y capacidad -ignoro si en voluntad- de hacer lo otro. Juzgo que un elemento importante en este proceso es precisamente ese anclaje profesional en la realidad, ese burocrático mirar y procesar expedientes que tan infernal parece a todos los escritores desde Kafka, y que está tan efectivamente transmitida -con cariño, diré- en unas líneas de Lecciones de Origami: (...) Como burócrata, no puedo sino compartir el horror y el cariño por el oficio que, complejamente, transmite Augusto en esta página.

Augusto Effio, que no vuela ni es verde, se ha atrevido a escribir este libro interesante y valioso, y los amigos de Editorial Matalamanga se han atrevido a publicarlo. Creo que todos estos mamíferos merecen nuestra felicitación por lo que han logrado. Finalmente, ¿por qué publicar un libro cualquiera? Si el arte es -en la mejor definición que conozco- turbulencia contenida en una forma, uno escribe porque le provoca imponer una forma al mundo, bajo turbulencias que le son propias y a veces, privadas. Por mi parte, me he interesado mucho en qué forma es ésta que nos trae Effio, y estoy seguro de mantener ese interés en cómo evoluciona en el futuro.

Muchas gracias.

sábado, diciembre 02, 2006

"Lecciones De Origami", Nuit De Début

Los presentadores, de izquierda a derecha: Pierre Emile Vandoorne de Editorial Matalamanga, Enrique Procházka y Jorge Valenzuela, Augusto Effio, acomodándose.

Enrique Procházka, en ilustrativa disertación sobre "Lecciones..."

Jorge Valenzuela, con ponderados comentarios sobre los recursos de Augusto Effio.


Palabras de Augusto Effio Ordóñez.